lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Quién es Tony Gilroy?

No debería yo hacer esta pregunta, siendo sobretodo un seguidor fiel de la saga BOURNE. Ni menos, compartiendo el oficio que comparto con Gilroy: guionista.
Hijo del dramaturgo y realizador Frank D. Gilroy, ganador de un premio Pulitzer (nada menor, ya va en ventaja sólo por ADN), Gilroy lleva 20 años en la industria, siendo responsable de títulos como:

Dolores Claiborne (1995)
The Devil's Advocate (1997)
Armageddon (1998)
Proof of Life (2000)
The Bourne Identity (2002)
The Bourne Supremacy (2004)
The Bourne Ultimatum (2007)

Hoy suma a la larga lista, Michael Clayton, escrita por él y dirigida también, aunque Sidney Pollack le ofreció dirigirla. Pero Gilroy rechazó la oferta: se estaba reservando Michael Clayton para sí mismo.

"I did write "Michael Clayton" for me to direct. "The Bourne Supremacy" was written before Paul was involved. But yeah, I think if you're coming on a project and there is a director involved, it's inevitable that you would want to find something that works for them. I have come on films that were uncredited films where a director is unable to climb into the script. You're almost there in a way to be a seeing eye dog and help them climb in and make the film their own. That's sometimes part of the rewriting process (...)
It took a long time to get to George Clooney. Steven Soderbergh read the script and got involved in trying to help me make the film. And when George finally came on, it took a couple of years to get George involved. When George finally came on, he became the protector of the film. He became the bodyguard of the whole process. With those three guys and George having been a director and being in a position of that much power, it was really about providing me with what he would want himself: Autonomy, control, and when it finally came to go to work, both Sydney and George wanted to be actors. They're both amazing actors and they wanted to come in and act. When it came down to makingthe movie, there wasn't too much talk of directing when they were on set."

The Washington Post

Bien, blindado de aquella forma, refiriéndome a los actores, productores y realizadores que entusiasmó con su proyecto, he de suponer que Gilroy, un guionista que prefiere escribir originales antes que adaptaciones, se entregó a su pequeño gran proyecto con la calma que se debe adquirir en el set -en tu primera producción como director- con Pollack al frente, el director de nada más y nada menos que "Los tres días del Cóndor", un clásico dentro del género del espionaje e intrigas.
Y Clooney como productor ejecutivo y protagonista.
Y Soderbergh con tu guión bajo el brazo, convencido de la excelente historia que encierra.
Bien por Gilroy, que volcado durante 20 años al tecleo de secuencias, pudo traspasar las secuencias de su tecleo desde el imaginario a la imagen impresa.

















Michael Clayton: película de guionista.

¿Todo guionista desea ser realizador?
No lo creo, de ser así, un alto número de directores no tendrían historias que contar, porque los guionistas que requieren para dirigir estarían en el mismo set dirigiendo ellos mismos sus guiones.
Pero en cada guionista debe descansar una historia que mantiene oculta, la cual si pudiera revelaría él mismo colocando el ojo en el lente de la cámara. Algunos lo reconocen, otros no, pero todos lo sienten: el guión, aquel libreto de 100 páginas anillado, que se distribuye a la gente del equipo, que se raya, se desglosa, es usado por actores y directores en ensayos; por el equipo de fotografía para dibujar la planta de luces; la vestuarista que escucha al director, interpreta el guión y viste al personaje según el estado de ánimo que primará durante la película; los sonidistas, que chequean las locaciones, el ruido o silencio que enfrentan; el asistente de dirección junto al productor que hacen un detalle de extras, locaciones, timing, etc.; el productor ejecutivo que va arrancando hojas porque el dinero de la producción no alcanza para costear la historia completa... El guionista, que sentado en una esquina, café en mano, ve cómo lentamente aquel guión que le provocó desvelos, angustias, dolores de cabeza, arrebatos creativos, iluminaciones, se va manchando de círculos oscuros, usado ya como posavasos, como agenda personal, o lanzado directamente a la basura por parte de quien ya no lo necesite.
Gilroy habrá visto todo eso. ¿Y?
El guión ahora le era propio y propio le era el set para hacerlo película.

Sobre Michael Clayton: la película.

"I'm not the guy you kill. I´m the guy you buy off! Are you so blind that you can't see that? I sold Arthur for 80 grand. I'm your easiest problem and you try to kill me?"

Con aquel diálogo, dicho por Clayton en un momento clave de la película, en un tono iracundo que denota la ambigüedad moral en la que se mueve, necesaria debido a su "oficio" donde se describe a sí mismo como "janitor", "custodian" o "doorman" (algo como conserje, portero o guardián), me asaltó de sorpresa la mente un recuerdo literario que se proyectaba desde el personaje de Clooney: el antihéore de la novela negra, la literatura hard boiled.
Clayton transmite tal desencanto, comenzando por su impecable vestir todo de negro (recuerdo el diálogo de Walk The Line, "Cash, siempre andas de negro, como si fueras a un funeral", y Cash responde botando el humo de su cigarrillo, "Tal vez estoy yendo a uno"), la sobriedad del negro, la apatía del negro, neutral siempre, nunca llamando la atención, un hombre que es sombra, porque nadie sabe realmente en que trabaja. Para la firma de abogados que presta sus servicios, es quien resuelve todos los problemas, tiene todos los contactos, encuentra la solución concreta.
El personaje se define bien, evoluciona coherentemente, y aunque se ve oprimido por las carencias de otros, por sus faltas, las cuales debe remediar sin cuestionarse nada, deja entrever que en algún momento tuvo ideales opuestos a los que erigen el mundo corrupto y poderoso en que se mueve, mundo que lo usa como herramienta, pero no le da llaves para entrar al Hall Central.
Porque Clayton es sólo el conserje.
La interacción entre los personajes es precisa, tanto en su accionar como en los diálogos sólidos y precisos; la tensión que provocan los reinos invisibles dueños del mercado, capaces de cualquier cosa por mantener al consumidor en la más plena ignorancia, consolida un enigma que evade la atención del espectador: creemos entender qué ocurre, luego nos cambian de carril para darnos una vuelta más antes de continuar con la resolución.
Clayton, como dije, recuerda al detective hard boiled. No son sus pericias detectivescas sublimes (léase Holmes), sino más bien el instinto de sobrevivencia, la experiencia de los años y la pérdida progresiva en la confianza hacia los otros. Clayton se involucra en razón de proteger la famélica ética que va quedando en él.


Y, como dice Willis en Duro de Matar 4.0, debe salvar al mundo porque nadie más lo hará.

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